Día del periodista: una jornada para celebrar o para reflexionar?

Particularmente, y como lo hago durante los últimos años, considero al 7 de junio una fecha en la que hablo sin eufemismos de la apasionante profesión que elegí ejercer, pero desde un lado crítico y reflexivo. Los periodistas y el mundo periodístico, en general, estamos atravesando una gran crisis que tiene cada vez más conflictos para resolver y analizar si es que queremos que siga siendo «el oficio más hermoso del mundo», como decía el prestigioso y extrañado Gabriel García Márquez. La credibilidad y la honestidad intelectual están en juego y a esto se suman los desafíos del desarrollo tecnológico que se mete de lleno en el trabajo de los comunicadores, la proliferación de contenidos en las redes sociales, las fake news y como si fuera poco, un salario insuficiente para la multitarea que conlleva la profesión por estos tiempos.

Por Jorgelina Mena – Periodista

Feliz día! Felicidades en tu día! Qué tengas un gran día! saluda la gente por whatsapp hoy 7 de junio, Día del Periodista en Argentina, que se instauró allá por 1810 poco después de la Revolución de Mayo cuando se editó por primera vez la Gazeta de Buenos Ayres. Con la idea de la independencia, la letra impresa formó parte del cambio social y se creó un medio de contacto con el pueblo que tenía su responsable editor, Mariano Moreno.

De la Gazeta de Buenos Ayres a esta parte, el periodismo creció, se desarrolló en sintonía con los cambios de la sociedad argentina y del mundo, tuvo épocas de esplendor, de grandes logros y representantes muy grosos que marcaron rumbos en la profesión donde quien tenía encendida «la llama del fuego sagrado» era sumamente respetado, no solamente por los lectores y televidentes, sino también por sus colegas.

Hoy, año 2025, la profesión está baqueteada, manchada, usurpada y desprestigiada. Quizás suene exagerado pero no lo es tanto si uno pone la lupa en lo que está sucediendo a simple vista y no tanto, en diferentes lugares y medios desde pequeños a grandes a lo largo del país.

No es cuestión de buscar culpables, sino responsables. No podemos dejar de apuntar a la política partidaria y a los gobiernos, que retroalimentan con el periodismo una relación «non sancta». Todos los periodistas transitan por esta cornisa? No. Pero son muchos los que si y los resultados de estas prácticas durante el tiempo construyeron un presente que deja al periodismo mal parado.

Un periodismo mal parado, que además está, salvo excepciones, mal pago, al que la demanda de labores se multiplica cada vez más para abastecer un sistema de la información que se basa en premisas fundamentales como la «urgencia», la «primicia», la «inmediatez», y la generación de contenidos en un sinfín de plataformas y redes para estar en todos lados lo antes posible. Algo tan ambicioso no puede salir siempre bien y sin defectos.

Considero que esta reflexión en este 7 de junio debería ser generalizada, porque no sólo los periodistas que ejercen la profesión son protagonistas de este escenario turbulento, también los gobiernos y los dirigentes políticos tienen su parte de responsabilidad y en mayor o menor medida, son corresponsables con los dueños de los grandes medios, de la crisis de credibilidad y la suciedad que va metiéndose en las redacciones y las producciones. Y por qué no… la audiencia: lectores, oyentes, televidentes, seguidores, etc. etc. Me pregunto: No son un poco responsables de fomentar mediante su consumo el crecimiento de informadores o medios que más que honor a la profesión, la ofenden cada vez que escriben una nota o se enciende un micrófono?

Con las frases de moda después del estreno de El Eternauta «nadie se salva solo» o «lo viejo funciona» creo que podemos hablar de un análisis completo de todos los ingredientes que están haciendo que el periodismo vaya perdiendo su esencia y se prostituya para alcanzar metas comerciales, intereses sectoriales o se transforme en un instrumento para que espacios políticos logren sus fines. Reestablecer los objetivos del periodismo y acompañarse para eso es un camino posible para salvar honores.

En varios de los grupos de whatsapp de periodistas en los que estoy, hace un tiempo que hay muchos profesionales buscando empleo, algunos se han quedado sin trabajo recientemente y otros arrastran hace meses ya el desafío de encontrar una fuente laboral en la industria. Muchos de ellos ponen en evidencia las búsquedas laborales donde se refleja que se piden una cantidad de tareas y responsabilidades enormes por sueldos muy bajos. A veces me pregunto, si todo esto que vengo describiendo en este editorial no es acaso fruto de la «mala prensa» que tiene la profesión. Lejos de ser considerada valiosa, irremplazable y necesaria como ejercicio del acceso a la información y la posibilidad de que el derecho a la expresión de las personas tenga su base en el periodismo como servicio, el oficio se está corriendo de su lugar originario y el precio que se paga por ello es muy alto.

Cada periodista mercenario, cada periodista que manipula la información para lograr una pauta o ser colaborador de algún interés por fuera de informar, cada periodista que se convierte en herramienta de la política, cada periodista que transa, se calla y modifica la realidad para complacer a sectores determinados y se olvida de que la honestidad intelectual cuando uno hace periodismo es la materia prima del oficio, es cómplice y generador del desprestigio que nos abarca a todos como profesionales.

Hay periodistas que todavía pueden chapear con un historial de laburo genuino y honesto y eso hay que decirlo también, lo que pasa es que estos profesionales no hacen la fuerza suficiente para que su trabajo esmerado y cercano a las bases de la profesión contagien y generen cambios a favor del «buen oficio».

Soy una convencida de que la sociedad debería ser más conciente de esta realidad y dejar de apoyar con su consumo a medios que lucran con la información y pisotean la ética periodística.

Por estos tiempos, mi labor periodística está casi en pausa por cuestiones personales y familiares, eso me permite mirar alrededor con más atención y ver con mayor claridad qué está pasando en el mapa de medios, tanto a nivel nacional como local. Lo que veo no me gusta, es más… me desagrada, como me desagrada cuando se pone en jaque la libertad de prensa.

Una salida posible para no subirse a la ola mediática o al periodismo mercenario pero que lleva mucho esfuerzo y requiere de una gran vocación y amor a la profesión, es ser emprendedor junto a otros profesionales que tengan los mismos objetivos y consideren que es posible hacer periodismo independiente y sano, para enaltecer la profesión y cosechar la credibilidad que debería ser el valor más preciado para los periodistas. Es verdad que no siempre uno puede dedicarse por completo a una labor que exige tanta entrega cuando el sostenimiento de un proyecto es precario y no nos permite la continuidad, sin embargo cada uno tiene su balanza en donde pesar qué a favor y qué en contra. Intentarlo vale la pena. O acaso el periodismo no es el 4to. poder? Sin los periodistas las empresas de medios no pueden ser lo que son.

Una pregunta que creo que nos puede poner a cada uno en su lugar es Para qué estudiamos periodismo o por qué elegimos esta profesión? La respuesta tiene que ser sincera y si miramos de qué manera estamos ejerciéndolo y lo que vemos dista de lo que nos propusimos cuando largamos… quizás es hora de dedicarse a otra cosa.