Estiman que los trabajos se completarán antes de la segunda quincena de diciembre; cuál será el destino del balneario
Será esta la última vez que las topadoras y retroexcavadoras quiebren la calma de estas playas. El sonido de sus motores, las explosiones que llegan con la caída de trozos de pared sobre el piso de hormigón, conviven a distancia prudente con visitantes que con una sombrilla por aquí, otra a varios metros más allá, saben disfrutar de esta postal de la costa atlántica sin los amontonamientos de gente propios del pico que significa cada verano.
Las máquinas emprenden una y otra vez contra el edificio de lo que fue la unidad de servicios del balneario Cabo Blanco, en el norte del histórico frente de costa de esta ciudad. Era el último que quedaba en pie de las construcciones originales. Una batalla legal de su concesionario le garantizó una sobrevida mayor a la de otras 45 unidades fiscales que también se redujeron a escombros. La mayoría para renacer con un formato de menor tamaño y construcciones más amigables con el medio ambiente.
Este proceso de reconversión del frente marítimo comenzó a ser ejecutada hace casi ocho años y contó en gran medida con el acompañamiento de los operadores privados de estos paradores. Salvo excepciones. Así había ocurrido con en anteúltimo que se demolió, Pinamar Golf. El municipio recién lo pudo tirar abajo en mayo de 2022, al cabo de otra batalla judicial que mantenía con el concesionario y que se había extendido durante más de una década.
La mayor parte de este proceso se llevó adelante durante la gestión del intendente Martín Yeza, hoy diputado nacional. “Soñamos un diseño de infraestructura que logre servicios para las personas en equilibrio con el medio ambiente”, dijo mientras acompañaba a su sucesor, Juan Ibarguren.
“Los otros 45 balnearios se demolieron, se achicaron y se reconstruyeron de manera sustentable”, explicó el actual jefe comunal.
Plan de reconversión
A la fecha, según los cálculos que las autoridades locales han realizado al cabo del avance logrado con este denominado Plan de Reconversión del Frente Marítimo, se recuperaron más de 110.000 metros cuadrados y otros 1100 que ocupaban estos balnearios y que se fueron convirtiendo en playa pública. A esas cifras resta sumar el aporte que dejará lo que fue Cabo Blanco.
“El destino de lo que fue un balneario ahora es playa pública, más espacio para que pueda estar disponible para los vecinos y los turistas”, aseguró a LA NACION el secretario de Turismo de Pinamar, Lucas Ventoso, mientras avanza el operativo de demolición que estaba autorizado por la justicia hace ya algún tiempo y que se demoró por los altos costos que implica la obra.
Este trabajo se completará, se estima, antes de la segunda quincena de diciembre. Implica derribar este inmueble que abarcaba casi 2000 m², con un edificio a la vista de unos 600 m² y otros 400 m² subterráneos en los que, mientras funcionó, se guardaban automóviles vehículos náuticos. Una vez despejado de escombros ese sector quedará para uso público.
De acuerdo a normativa vigente, el partido de Pinamar no licita más unidades fiscales para el funcionamiento de balnearios. En el marco de este proceso de reconversión se determinó este cambio de imagen y concesiones en las que sus unidades de servicios se montan con materiales acordes al cuidado ambiental que se prevé para el frente de playas, en su mayoría variedad de maderas. Y la superficie máxima de esas estructuras no puede superar los 350 metros cuadrados.
El anterior que se demolió fue el Pinamar Golf. En aquella oportunidad también se anticipó que el lugar se convertiría en playa pública y que favorecería también a la consolidación de un médano. Así se logró en estos más de dos años transcurridos, previa disposición de enquinchados que ofician como una suerte de trampa para retener arena en el lugar.
FUENTE : LA NACION