La resistencia de pequeñas editoriales y librerías independientes de Mar del Plata

Con el libro transformado en un “bien de lujo”, cómo enfrentan la crisis económica .

En enero, las alarmas se encendieron para las pequeñas y medianas librerías de todo el país ante la amenaza de Javier Milei de derogar la Ley del Libro que fija un mismo precio de venta al público. Aunque esa desregulación quedó afuera de la Ley Bases aprobada, la amenaza para las pequeñas editoriales y librerías autogestivas de Mar del Plata sigue latente por las políticas “destructivas” del gobierno nacional que, aseguran, llevaron al sector a condiciones “terroríficas” no solo por la caída en las ventas y los costos de producción cada vez más elevados, sino porque el libro se transformó en un “bien de lujo” . Cómo analizan el presente quienes resisten a la crisis y a la pérdida del patrimonio cultural desde Mar del Plata.

En su artículo 60, el primero de los bocetos de la ley “ómnibus” que presentó Milei en diciembre y que no obtuvo los votos necesarios para avanzar, proponía derogar la Ley N°25.542 que establece desde el 2001 que todo editor, importador o representante de libros debe establecer un precio uniforme de venta al público (PVP) lo que, en síntesis, genera más condiciones de igualdad entre grandes cadenas y pequeñas librerías a la hora de competir.

“Esas políticas tuvieron algo de estrategia de patear todos los hormigueros al mismo tiempo y confundirnos, desorientarnos, angustiarnos. Lo preocupante es que la Ley Bases que se aprobó tenga un fuerte carácter entreguista de nuestros recursos y un claro sesgo de mejorar las condiciones de vida de la minoría más rica del país. No hay ninguna intención ni declaración o preocupación por algo que es una de las condiciones básicas de la existencia de la literatura que es el trabajo sobre la educación por parte del Estado“, analiza en diálogo con Qué digital Esteban Prado, uno de los fundadores de la librería El Gran Pez de Mar del Plata.

El Gran Pez nació en el 2017, fundada por un grupo de personas que se dedicaban a editar, escribir y diseñar distintos proyectos. En sus siete años, la librería de Mar del Plata no solo obtuvo el premio de la Feria de Editores (FED) a la “librería del año” y fundó su propio sello editorial, sino que desde el 2022 convoca a la multitudinaria Feria Invierno en el Teatro Auditorium en la que participan editoriales artesanales e independientes y proyectos vinculados a la cultura gráfica, encuadernación, ilustración, serigrafía y fanzine.

Para Esteban, si bien el espíritu de El Gran Pez siempre estuvo más ligado a un perfil cultural “sin especulación financiera”, los últimos meses fueron “muy difíciles” de sostener por el impacto de la crisis: “Por primera vez en siete años tuvimos dudas sobre la posibilidad de pagar lo que vamos vendiendo, los libros que tenemos en consignación, y nuestro propio trabajo. Abril y mayo fueron meses muy difíciles y si la situación no mejora un poco, proyectos como el nuestro corren bastante riesgo“, define.

Justamente el riesgo tiene que ver con la pérdida del patrimonio cultural que empieza a verse, por ejemplo, con el cierre de bibliotecas y filmotecas o la falta de cuidado de los archivos con el desmantelamiento de áreas de derechos humanos y “la falta de una compresión mínima de por qué se deben conservar y qué implican en términos de identidad”, señala.

Este gobierno está muy reñido con nuestro pasado que es riquísimo y tiene un fuerte carácter destructivo, tanto del patrimonio cultural que se ha ido construyendo en 200 años de país, como del presente

SOSTENER UNA EDITORAL INDEPENDIENTE EN MEDIO DE LA CRISIS

Atávica es una editorial independiente y artesanal de Mar del Plata que nació como idea “una tarde de verano costero” en 2019 ante “la necesidad de hacer libros”, describen desde el proyecto que lleva adelante Diego Forte. Pero, como suele suceder, muy pocas editoriales de este tipo “tienen la suerte de vivir estrictamente de lo que hacen”, advierte el docente de Literatura a Qué digital. En su lugar, suelen sostenerse gracias a otros trabajos en paralelo.

Los libros de Atávica están impresos en papel ahuesado y son plegados, perforados, cosidos y encuadernados íntegramente a mano. La editorial se caracteriza por su trabajo artesanal, algo que le da un plus y que la distingue de otras editoriales independientes convencionales, y por realizar tiradas cortas y continuas de libros que contrario a “toda lógica de desperdicio”, persigue una lógica “hacer racional”.

El nicho de Atávica está en la traducción literaria y ensayística de autores clásicos y de otros “poco conocidos”, lo que acerca la lectura de textos que, de otra manera, estarían fuera de alcance por razones de traducción, circulación o marginación. Pero ¿cómo se sostiene en medio de la crisis una pequeña editorial que garantiza el acceso a conocimientos que, sin ese trabajo artesanal, no estaría disponible?

Que desaparezcan estos proyectos y con ellos el acceso a esos contenidos es uno de los riesgos de la desregulación, aunque por más que puedan sobrevivir a esos embates, también pasan a debatirse al interior de la editorial qué tipo de publicaciones hacer ante el aumento de los costos: con la puja entre mantener la calidad, pero que a la vez sea accesible y rentable.

Es que el contexto de crisis, analiza Diego, afecta desde varios frentes. El primero, por lógica, tiene que ver con una baja en el consumo de libros: “Como en toda época de ajuste, muchas personas van priorizando en qué gastar y el libro, más allá de que sea un artefacto que queda para siempre y (su valor) se amortice con cada uso, es decir con cada lectura, no deja de ser concebido como un objeto de lujo”.

Otro de los frentes tiene que ver con los costos de los insumos como el papel, las cartulinas y el cartón para el proceso de producción que, en el caso de editoriales artesanales, suele ser aún más costoso. Una resma bookcel de 80 gramos, grafica Diego, triplica el valor de una resma común de oficina y su precio, además, está sujeto a la evolución del dólar.

Pero lo mismo sucede con las cartulinas importadas, y todo ello sin tener en cuenta los costos vinculados a los medios de producción, como por ejemplo poder adquirir una impresora de calidad acorde: “Es una inversión que no todos pueden afrontar”, asegura.

Todo este combo atenta contra el acceso a la literatura y es, sin embargo, el frente abierto que más despierta la preocupación entre las librerías independientes y las pequeñas editoriales de Mar del Plata. Es que además del contexto de crisis, Diego también menciona los nuevos paradigmas de consumo −ligados a la era de la inmediatez− que empujan a las editoriales a replantearse qué tipo de publicaciones hacer para alcanzar una mayor rentabilidad o, como mínimo, garantizar su subsistencia.

“Desde hace un tiempo advierto en el sector una fuerte tendencia a hacer publicaciones cortas o más ligeras, esto es fanzines y cuadernillos que no superan las 16, 32 o 64 páginas como máximo. Existe un abismo entre hacer una publicación así y un libro de 120 a 150 páginas, tanto por los costos como por el tiempo de manufacturación que conlleva”, explica Diego.

Es que las publicaciones “ligeras”, sostiene, terminan siendo una opción para que las y los lectores accedan a un material de las editoriales y, si bien representa una ventana de oportunidad comercial, también −advierte− pueden atentar “de manera significativa” contra la lectura como práctica paciente, sostenida y duradera: “Como resultado, asistimos a una especie de lógica nueva de lectura más cercana al zapping“.

Para Atávica hay un planteo interno no solo de pensar qué tipo de libros hacer, sino de hacer libros que den ganas de ser releídos para así amortiguar, de alguna manera, su valor y que el libro se vaya abaratando (en su costo) con cada uso.

LA POTENCIA DE LA CULTURA ARGENTINA

Aunque la idea surgió en pandemia, fue en 2021 cuando Es pulpa ediciones tomó forma definitiva a partir de su primera publicación. Al igual que Atávica, la editorial que tiene detrás a Facundo Giménez y Florencia Torres nació con las ganas de hacer libros, aunque en este caso dedicados íntegramente a la poesía.

A partir de una “vacante” que identificaron en Mar del Plata en relación al tipo de proyecto −la edición de poesía−, apuestan por un catálogo “de lo más ambicioso posible” con poetas marplatenses pero también de otros países como Chile o España, entre algunos de los editados hasta el momento.

Es pulpa, como señala Facundo, es un título que juega con la palabra y que no solo remite a una naranja sino que también invita a jugar y disfrutar de las distintas texturas de sus publicaciones, de acuerdo a cada colección y en lo más concreto y sensorial que hace a ese trabajo editorial pero también artesanal.

Como al resto de las pequeñas editoriales autogestivas de Mar del Plata, la crisis también los alcanza en medio de un panorama “terrorífico” para el sector potenciado además, explica Facundo a este medio, por condiciones estructurales en el rubro en torno al monopolio del papel: “Es un problema grave desde hace muchos años. El papel lo producen una o dos empresas (a nivel nacional). No hay ningún tipo de control y el sector también depende mucho de la importación”, sostiene en relación a la maquinaria necesaria.

“En un panorama de falta de divisas, todo se vuelve complicado básicamente y hace que suban los precios y que baje la rentabilidad”, argumenta y contrasta con la gestión anterior en la que, si bien también persistían esos conflicto estructurales por la producción del papel concentrada empresarialmente y la volatilidad de los precios en los materiales para producir, asegura que había mayor poder adquisitivo que permitía “cierto nivel del consumo” que brindaba más estabilidad.

Esas condiciones que, asegura, “alivianaban” un poco al sector, hoy “emporaron muchísimo” a raíz de una contracción en el consumo que hace que la gente se limite, tal como mencionaban desde Atávica, a los bienes “imprescindibles”.

(La crisis) perjudicó principalmente a estos bienes como el libro, como elementos de cultura, que ya estaban en un proceso de transformarse en bienes de lujo

El aumento en el precio de los libros, con algunos que trepan a los 100 mil pesos en librerías de la ciudad, produjo en este contexto que no sean bienes accesibles. Aunque también, plantean desde Es pulpa, las grandes empresas e imprentas “fogonearon” ese desequilibrio en detrimento de los sectores más chicos e independientes que se ven inmersos, en consecuencia, en una “cultura de lo precario” o una “cultura del cálculo de la supervivencia”, define Facundo.

Se trata, así, del impacto que reciben quienes “más comprometidos están con la cultura editorial” pero también, de forma inevitable, de la respuesta del sector librero autogestivo en un contexto que empuja a “adecuar el negocio” y subsistir a la crisis tal como, compara Facundo, ocurrió en los ’90 en torno a la contracultura y la falta de bienes a partir de la cual “siempre surge algo por parte de la cultura argentina que es potente“.

FUENTE : QUE DIGITAL